martes, 5 de agosto de 2008

Miró a los costados una y otra vez, cuando estuvo seguro de haberlo hecho las veces necesarias, ya en cucliyas se decidió a emprender el desafío. Con la manos húmedas y tímidas aferradas a la piedrita gris se concentró en la baldoza correspondiente, ahuyentó los miedos, cerró los ojos, trató de abstraerse de las miradas que lo condenaban. Y así, como si fuese una extensión de su cuerpo, lanzó la piedrita. Inmutada la audiencia lo contempló. Se preparó a saltar al verla caer, uno dostres cuatro cincoseis siete ocho cielo. Llegó.

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