lunes, 25 de agosto de 2008

Ya sin mil palabras se detuvo a mirar el cielo en la reiterada esquina de Mario bravo y Díaz Velez. Allí pareciera que entre guiños algunos edificios se hicieran a un lado aprovechando la soledad de las vías del tren para así dar paso a un cielo ya anochecido, el que tanto le atrae ver, con una nubes plateadas y un fresco que reaviva la sensación de estar en este planeta. En esos metros de senda peatonal se preguntó por la arena, arrastrado por unas grandes manos, como en un sueño de esos en los cuales se te replantea la relación sueño-realidad, se inundó en el "poner los pies en la arena calentita". Finalmente su planta derecha se apropió del cordón de la vereda.

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